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Polvorón Real

El origen de este dulce distintivo de la confitería más selecta española se remonta al siglo XV.

Cuenta la leyenda que el monarca Carlos I hacía acopio de sus exquisitos polvorones antes de cada batalla, para degustarlos junto con sus oficiales como alimento antes del combate y como premio después de las victorias. Así enviaba a sus maestros pasteleros un bando con el encargo de su puño y letra donde figuraba su firma Regia.

Nos adentramos en la etapa final del monarca. El 3 de febrero de 1557, tras un largo viaje, Carlos I se retiró al Monasterio de San Jerónimo de Yuste, situado cerca de la población española de Cuacos de Yuste, al noreste de la provincia de Cáceres.

La vida de Carlos I en Yuste transcurrió entre la oración, el descanso y el ocio. Fueron frecuentes las visitas de los nobles de las cercanías, así como de los clérigos y de algunas personalidades. También una pequeña fracción de su ejército, lo acompañó en algunos momentos, los cuales, durante la charla, de nuevo, volvieron a degustar estos polvorones, elaborados por los monjes jerónimos bajo las pautas e indicaciones del monarca, como añoranza de aquellas victorias en numerosas batallas que ya tuvieron en su día.

Fue entonces cuando la receta quedó conservada gracias a estos monjes jerónimos. Posteriormente esta misma receta prolifero a otras órdenes religiosas como un medio propiciado por el aprovechamiento de cereales y manteca de lechón que se daba en esos momentos en algunos lugares de Andalucía.

En torno a 1780, en el convento de Santa Clara de Estepa se elaboran los primeros mantecados y polvorones. Pasados los años se empieza a hacer común la práctica de elaborar esta tipología de dulce que dada sus características permitía una conservación duradera resistiéndose mejor a su almacenaje. De este modo podía ser consumido durante el año.

Poco a poco, esta actividad se hizo común, dando lugar a que se desarrollasen distintos obradores familiares ubicados en las mismas casas del pueblo, entre ellos, el de nuestra familia.

A finales del S.XIX, Eusebio Olmedo Galán y Dolores Barrionuevo Lara, adelantándose a su tiempo, se diferencian del resto de obradores de su municipio y rescatan la receta original del polvorón que el mismísimo Carlos I degustaba.

Así pues, empezó a ganar reconocimiento en la zona gracias a sus elaboraciones y sobre todo, por mantener viva la tradición del polvorón Carlos I, conservando de esta manera la receta ancestral.

El polvorón se elabora usando el mismo método de antaño, mediante horno alimentado de leña de olivo, y envolviendo uno a uno estas dulces joyas.

Después del paso de los siglos, los polvorones Carlos I siguen conquistando los paladares más finos y exigentes, perdurando inalterablemente en el tiempo.

Una pasión transmitida de generación en generación desde 1540. Consiguiendo así la hazaña de ser una culminación distinguida de la confitería española más reconocida.


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